jueves, 1 de mayo de 2008

El consumismo y Estados Unidos

Al final mis viajes me llevaron hasta San Diego, California. Sólo a veinte millas de la spanglish muga con Méjico, significa para la decadente sociedad del hombre blanco lo que Babilonia debió de ser para el putero de Alejrando Magno, la ciudad del vicio constante, rápido, barato. Aconsejaría a todo aquel que tenga cierta sensibilidad por los temas sociales que pasara una temporada aquí. Y quizás así descubriría hacia dónde se dirigen las sociedades que el hombre blanco ha creado, o simplemente viciado.

Nadie se llevará ninguna sopresa cuándo me refiero al modo de vida americano. Todo el mundo piensa en "drivre-thru"-s, gigantescas hamburguersas, mujeres medio vestidas (o medio desnudas) con el peor gusto del mundo y un interminable consumo. Y es que después de llevar varias semana conviviendo en un apartamento con gente americana de misma edad, clase similar social, y en el mismo nivel del sistema educativo, cual ha sido mi sorpresa al descubrir, que aunque diferentes, no lo seamos quizás ya tanto.

Y es que no tenemos más que ir a el Puerto Deportivo o Arte un fin de semana por la tarde para ver como el hombre (y mujer) europeo es incapaz de disfrutar de algo tan sencillo como la vida sin el constante goteo de consumir bienes, muchas veces malos malos malos. Somos incapaces de recordar que seguimos vivos si no vemos como un dinero que nunca existio más que en las hojas de contabilidad sale de nuestras manos,a cambio, eso sí, de un articulo de baja calidad, barato y normalmente fabricado con el sufrimiento de un obrero tercermundista.

El sexo se ha convertido en algo barato y rápido. No hay más que conectar la televisión, y en uno de los ochenta canales en los que normalmente no hay más que basura, mujeres y hombres desfilan a medio desvestir mientras hacen cualquier tipo de chorradas, como un reality show sobre quien de la casa (hombre o mujer) será capaz de conquistar el corazón de una actriz porno bisexual con la mandibula de Arnold Swarchen... Sí ese. El que por cierto hoy es mi presidente y encarna el sueño americano. El sexo ha perdido toda la carga mística que la religión, y con ella la sociedad, sobrecargó. Y se ha pasado al límite totalmente opuesto, donde en una fiesta universitaria lo único que hay que hacer es meterse en medio de la fiesta y estarse quietecito hasta que las nalgas de una chica (normalmente a medio vestir, será que salió con prisa)empiecen a restregarse contra el organo viril (osease, verga, pene o polla, como se prefiera), y si se consigue mantener la erección el resto de la noche, es probable que incluso (o más probablemente) no tenga que caer en tal horrible pecado como es el onanismo, que además ya se sabe que en estas edades es malísimo para la piel (de ahí tantos niñatos con acné), y un amigo de mi primo dijo de un chico que se quedó ciego por exceso.

Pero es que, además, si todavía nos queda paciencia o simplemente nada que hacer, aconsejaría al joven europeo que siguiera con el mando en mano y limpiara la mente de prejuicios para sumergirse en ese marvilloso mundo de la cultura americana, el de la televisión por cable. Y es que después de sufrir diferentes tipos de explosiones durante las emisiones más... carnosas (digamos), entramos en otro mundo completamente diferente, que es de la violencia.

Después de ver durante interminables minutos un programa en el que ficción y realidad se funden para dar paso a escenas en los que los policías además de estar super buenos son super majos, son agentes del orden super preocupados con la sociedad y que además conducen super bien y super rápido. Todo un recordatorio de lo bien que estamos protegidos y de lo bien que funciona ese entramado que nuestros políticos llaman "el estado de derecho". Después vemos otro programa en el que se observan tiroteos, palizas y compañía. ¡Diós! ¡Qué malos son los malos! Menos mal que el estado de derecho funciona correctamente y Batasuna está ilegalizada. Desde luego, qué violentos son los malos. Pero hasta aquí, nada de lo que asombrarse: estas cosas aunque en menor escala pasan en nuestros países (aunque en vez de negros nos ponen latinoamericanos), esas cosas suceden por que hay pobreza etc. Pero en cuanto conectamos el canal 666, la violencia es increible. Es un programa en el que normalmente dos blancos entran en calzoncillos (o shorts) en una jaula, y simplemente se dedican a hincharse la cara a hostias, ya sea con puños, pies, rodillas, frentes o demás parte del cuerpo que nunca supe que se pudieran utilizar como misiles. Normalmente al menos uno de los dos contricantes acaba manchando toda la jaula de sangre (sule ser el que más tiempo ha estado en el suelo reciviendo hostias) y no parará hasta que su contricante con nua llave sacada de libro le retuerza el brazo, luego el cuello y por ultimo con un giro inesperado de cadera le meta la pierna hasta la ingle por el culo.

Y es que cuando veo esto, toda esta mierda en la que la gente dice vivir y simplemnte malvive, no soy capaz de dejar de crear paralelismos con aquella Roma que les tocaría vivir a los últimos romanos: el trabajo sucio nos da asco, y si antes utilizaban bárbaros para ello, ahora utilizamos latimoamericanos (menos mal que estos tienden a ser bajitos); antes gustaban de ver gladiadores en el circo, nosotros preferimos verlos desde la televisión con una cerveza; si a unos les daban pan, a nosotros nos devuelven 400 euros; nuestras insituciones democraticas están completamente desvirtuadas (si es que alguna vez alguien encontró ciertas virtudes en ellas); y el sexo... en fin.

Pero lo más triste de todo ello, es que la comida rapida me encanta, la cerveza, la adoro, disfruto viendo los combates más bestiales y el sexo rápido es la mejor invención desde la máquina de vapor.

Por todo ello, WELLCOME TO BABILONE